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Michel Frédeau: “El cambio hacia una economía cero emisiones va a ser doloroso”
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La sequía en Brasil disparó el precio del café a su mayor nivel en una década. La falta de viento en Reino Unido ha provocado una crisis energética inesperada. Las marejadas en San Antonio retrasarán las importaciones en al menos una semana, y elevarán su costo.
Los eventos climáticos no solo están afectando a grupos puntuales. A través del efecto inflacionario de las interrupciones, el impacto es global.
Michel Frédeau, director ejecutivo y socio senior de BCG y líder global del área de impacto climático y medioambiental, afirma que los efectos que vemos hoy son pequeños comparados con los drásticos que traerá el alza de temperatura global hacia el final de la década.
Como socios de la COP26, que se reúne entre el 1 y 12 de noviembre en Glasgow, Frédeau y Boston Consulting Group comparten el sentido de urgencia que organizaciones internacionales han dado al evento.
Según las Naciones Unidas, al ritmo actual la temperatura del mundo aumentará en 2,7°C este siglo. Muy por encima de los 1,5°C tope respecto a la temperatura de la época preindustrial, que establecieron 196 países en el Acuerdo de París.
“La brecha para cumplir con ese objetivo es enorme. Al ritmo actual superaremos esos 1,5° al final de la década. Espero ver más compromisos de parte de los países”, sentencia Frédeau.
Como contraste, el ejecutivo adelanta que habrá “grandes anuncios” de parte de las multinacionales. “Hay más de 6.000 empresas que se han unido a la campaña Race to Zero, con compromisos para neutralizar sus emisiones a 2.050. Mi esperanza es que los gobiernos se inspiren de lo que dicen las empresas: es factible, es posible, estamos aquí para hacerlo, dennos las condiciones para hacerlo”.
Esas condiciones incluirían la definición de objetivos climáticos claros para diversos sectores, y regulaciones, incluyendo tributarias. Frédeau apoya la idea de un impuesto al carbono, como forma de dirigir el capital a las tecnologías adecuadas.
“Hemos vivido los últimos 100 años ignorando el costo de la contaminación, y es la forma en que algunos países se han vuelto ricos”, apunta.
La idea de este impuesto, que internaliza el costo del impacto ambiental de las actividades productivas, es que a través de encarecer el costo del uso al carbón y los fósiles, las inversiones se concentren en tecnologías limpias. Pero el impuesto haría sentido, apunta Frédeau, si esos recursos se utilizan para ayudar a la población más vulnerable. “Son ellos los que van a sufrir más. De lo contrario, sería absolutamente injusto”.
Hora de prepararse
Los efectos del cambio climático ya están dejándose sentir. Sequías, marejadas, tormentas, y no son quienes “viven y trabajan en las ciudades” los que más sufren su impacto, según Frédeau.
De ahí que la lista de tareas de los gobiernos incluyen diseñar estrategias para ayudar a la población más expuesta a esos fenómenos, pero también a quienes van a sufrir más con la necesaria transición hacia un mundo con neutralidad de emisiones, o que al menos intentará neutralizarlas.
Este último punto incluye personas y empresas. Hay trabajos que no tendrían espacio en ese nuevo mundo.
Si los gobiernos deben acelerar su política, las empresas deben acelerar su transformación, sostiene Frédeau. El cambio -agrega- debe comenzar por la cabeza, el directorio, en respuesta a la presión de los inversionistas. Pero para ser viable requiere de la capacitación y compromiso de los mandos medios y del personal en general.
“Hay riesgos climáticos, la ciencia está ahí. Cada CEO, cada directorio, deberían preguntarse cómo va a operar mi empresa en un mundo de 1,5° (que requiere neutralizar emisiones). Cuál va a ser la fuente de ventaja competitiva, con mis clientes, proveedores, trabajadores. Hay gran posibilidad de que en 10 años tu empresa sea completamente diferente, no harás las mismas actividades, ni ofrecerás los mismos productos, ni la misma forma de distribución, hay un gran número de cosas que cambiarán”, advierte.
De ahí que es clave, además, pensar en la transformación y capacitación del personal: “¿Qué va a pasar con los trabajos que van a desaparecer, como los mineros de carbón o el experto en motores a diésel? deberías estar ya planeando qué vas a hacer, porque no puedes ponerles simplemente en la calle”.
El trabajo es multidimensional. El consultor explica que las empresas deben realizar cambios en tres áreas: reducir sus emisiones en su provisión de suministros (lo que obliga cambios entre los proveedores), reducir sus emisiones en su producción (cambios en procesos y consumo de energía), y reducir el impacto de sus emisiones en el uso de sus productos (empaque, distribución).
“Si tu sector y tu empresa van a ser totalmente diferentes en 10 años, ¿cuándo vas a comenzar a cambiar? ¿Vas a esperar 10 años o vas a comenzar ahora?”, pregunta Frédeau.
Obstáculos y desbalances
A pesar de la emergencia, lo cierto es que el panorama para la COP26 no es muy auspicioso. En EEUU, el presidente Joe Biden tiene problemas para lograr que el Congreso pase su plan medioambiental. Lo más probable es que China e India, los responsables de las mayores emisiones, eviten hacer mayores compromisos. México y Brasil estarán ausentes.
Hay un juego geopolítico de por medio, pero también un tema macroeconómico. China e India han reactivado su producción de energía a carbón ante la amenaza de que el alza de precios desacelere sus economías.
También parece difícil pensar que países con escenarios macroeconómicos complicados o en desaceleración puedan comprometerse, por ejemplo, a un cambio radical y acelerado de su matriz energética o de industrias completas, ante el esperado impacto en el empleo y la actividad.
Estas contradicciones han llevado, además, a la instalación de un debate sobre si se pueden reducir emisiones manteniendo una economía de mercado. En Europa, actividades y políticos progresistas plantean que ambas cosas son excluyentes.
Frédeau rechaza esta idea y sostiene que la única forma de alcanzar el objetivo de limitar el aumento de temperatura es a través de una acción conjunta de estado, empresas y nosotros, consumidores:
“Los estados solos no van a resolver esta crisis, y las empresas necesitan de objetivos claros de parte del estado, pero no que este intervenga en sus operaciones. Las empresas son las mejores para innovar y la innovación no puede definirse desde un gobierno central. Pueden financiarla, pueden dar el inicio, pero la competencia es la mejor forma de acelerar ideas, crear nuevos productos y cambiar industrias”.
Sin embargo, Frédeau si ve espacio para un cambio en la forma en que entendemos el capitalismo. Las empresas -sostiene- deberán acostumbrarse a internalizar el costo de sus externalidades, a través del impuesto al carbono, el mercado deberá de fijarse en los resultados trimestrales y evaluar el rendimiento con objetivos de más largo plazo, y los consumidores repensar nuestros hábitos.
“Debido a la emergencia, el cambio a una economía cero-emisiones va a ser doloroso”, reconoce.
Pero a estas alturas es inevitable, y plantea que lo mejor que podemos hacer es planear bien cómo vamos a dividir el costo de la forma más equitativa posible, cómo los países desarrollados ayudarán a los emergentes, cómo los estados van a soportar a los más vulnerables, cómo las empresas ayudarán a sus proveedores y empleados, y cómo los consumidores presionarán con sus votos y elecciones a políticos y empresas a hacer lo correcto.